En política se puede hablar si primero se escucha, pero para escuchar hay que crear las condiciones de confianza y respeto que le permita a quien nos habla expresar libremente lo que piensa y cree. Recibí una lección práctica de este principio hablando con comerciantes de la avenida Corrientes, cuando fui a consultarlos por los polémicos contenedores «inteligentes» (son 14 y se supone que están a prueba).

Lo primero que me dijeron fue: «Está más limpia la vereda». El problema es lo que me dijeron después: «Está más limpia porque los contenedores no se pueden usar». Seguí escuchando: «La tarjeta que nos dan solo se puede usar entre las 20 y las 21 horas. Tenemos que aguantarnos tener afuera y frente al negocio estos dos tremendos armatostes y, a la vez, tenemos que aguantarnos la basura adentro del local».

¿Qué pasa si los usan en otro horario? «La tarjeta te identifica, así que pueden multarte». A partir de ahí comenzó la charla sobre lo importante: las obras de remodelación de la avenida Corrientes comenzaron en octubre de 2017. Desde entonces los comercios se vieron afectados por vallas, cortes y cuadrillas que obviamente perjudicaron muchísimo las ventas, ya en jaque por la recesión.

Cerraron varios locales —de hecho uno de los contenedores inteligentes está enfrente de la persiana baja de una sucursal de Musimundo— y aunque la reciente inauguración de la avenida les renovó alguna esperanza, está claro que no pueden soportar un problema más. «Vienen canales de televisión, encuestadoras y funcionarios a preguntarnos por los tachos de basura. Los que estamos en el tacho somos nosotros y eso nadie lo pregunta. Nuestro problema es otro: cómo seguir trabajando».

Uno de los comerciantes agrega entonces otro dato: «Yo mismo vi cómo el Gobierno de la Ciudad censó a los cartoneros. Los llamaron ‘recicladores urbanos’, les dieron un chaleco y los anotaron en una planilla, acá mismo, delante de este negocio. Eso quiere decir que podrían darle una tarjeta a cada uno y establecer un horario en el que puedan recoger la basura, incluso multarlos si ensucian. Si no lo hacen, es porque el candado que pusieron en el contenedor es para garantizarle a alguna empresa que nadie toque el negocio de la basura, que es millonario».

Leo entonces en la prensa que el ministro de Espacio Público de la Ciudad, Eduardo Macchiavelli —quien se presenta como un especialista en el tema basura—, explica que prefiera aprovechar esta «polémica» para abrir un debate sobre qué hacer con los residuos.

Pone como ejemplo la ciudad de Oslo, Noruega, que «ya lo tiene resuelto». Lo que el ministro quizá ignora es que Noruega, en general y Oslo en particular, lo que también tiene resuelto es el problema del hambre, el desempleo, la seguridad, la educación y la salud, entre otros.

Los comerciantes de avenida Corrientes pueden enseñarle, si los escucha, cuál es la relación entre todos estos temas. También pueden señalarle, tal como hicieron conmigo, el camino de la solución: un diálogo donde el Estado garantice que se escuche a todos los sectores y garantice también que se cumpla el acuerdo alcanzado.

«¿Usted puede hacer algo?», me preguntó uno de los comerciantes al despedirnos. Escribo estas líneas con esa pregunta como bandera y como compromiso.

Nota publicada en Infobae