El 24 de marzo de 2004 en el acto en que Néstor Kirchner cedió el predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) a los organismos de Derechos Humanos, una militante que se mezclaba entre la multitud decidió dar un paso adelante en la búsqueda de su identidad.

El 28 de junio del año anterior Juan Antonio Azic -quien se decía su padre- se había pegado un tiro frente a una virgen de la que era devoto. El destino, Dios o esa virgen, lo hicieron sobrevivir. Horas después, esa militante de 23 años esperaba en una sala del Hospital Fernández novedades de la persona que creía su padre, cuando en un televisor, una placa roja de Crónica anunció que el juez español Baltazar Garzón pedía la extradición de 46 militares. Entre los apellidos estaba el que ella creía suyo. “Pensé que era hija de un genocida”, recuerda Victoria Donda Pérez, la nieta recuperada número 78 y actual titular del INADI.

Cuatro días más tarde, por una investigación de Abuelas de Plaza de Mayo y de la Comisión Hermanos de HIJOS – con su apropiador todavía en terapia intensiva- recibió la noticia de que podría ser hija de desaparecidos. ¿Lo había imaginado? Nunca.

Victoria asegura que “no hay que subestimar el poder de la negación”. Había señales en las frases “sos un regalo de Dios, te trajo el niño Jesús, te regalo un ángel”, que pronunciaban sus apropiadores, pero no se detuvo en preguntarse por su identidad, hasta aquel día que los organismos fueron a su encuentro.

“Una señora llamó a Abuelas y dijo que una noche fría le había dado de amamantar a una bebita que le llevaron porque no quería mamadera, que la bebé estaba bien vestida, y que lo único que se acuerda es que tenía unos aritos azules en las orejas”, hace memoria Victoria sobre lo que le transmitieron de la denuncia anónima que posibilitó el avance de la de la investigación que llevaron adelante los organismos de Derechos Humanos. En ese instante, le resonaron las palabras de Esther Abrego, su apropiadora: “Tus primeros aritos fueron unos hilitos azules”. A partir de ahí comenzó un proceso que define como “muy duro”.

Aproximadamente seis meses después de que Juan Antonio Azic intentara suicidarse, despertó. Victoria lo visitó y le preguntó si era cierto que era hija de desaparecidos. Azic, todavía no podía hablar, se había volado la lengua. Entonces, escribió en una pequeña libreta: “Perdón”.

“No hay que subestimar el poder de la negación”.

Victoria demoró algunos meses en tomar la decisión de hacerse el análisis genético para corroborar si era hija de desaparecidos. “El proceso político me ayudó a dar el paso”, asegura y explica que se sintió de alguna manera interpelada por la decisión de Néstor Kirchner de entregarle a los organismos de Derechos Humanos el predio de la ESMA, además del hecho de estar en la puerta del lugar en donde posiblemente había nacido. Pero para encontrar certezas debía realizarse la prueba de ADN.

Su “madre de crianza”-como Victoria la llama- le decía que no sabía nada, pero que contara con ella para lo que necesitara, y fue la propia Esther Abrego la que, el 25 de marzo de 2004, acompañó a Victoria hasta las puertas del Hospital Duran para hacerse el examen genético.

El 8 de octubre de ese año, le entregaron el resultado. El juez Norberto Oyarbide – que subrogaba a Servini de Cubría- le leyó el resultado del ADN. “Soy compatible con María Hilda Pérez, y José María Donda Tigel, en un 99, 99 por ciento”, sentencia hoy Victoria.

Al salir del juzgado, visitó a las Abuelas de Plaza de Mayo. La esperaba una caja con información sobre sus papás biológicos. Junto a Estela de Carlotto llamó por teléfono a su abuela materna, Leontina Puebla de Pérez, que estaba viviendo en Toronto. Más tarde, intentó comunicarse con su hermana biológica, Eva Daniela Donda, pero su hermana mayor todavía no estaba preparada para conocerla.

“Con mi mamá fue con la primera que pude conectar”, se saca las lágrimas y ríe, en un intento de quitarle algo de sufrimiento a una historia que duele por todos lados. Habla de que se acercó a amigos de “Cori” -como le decían a Hilda-, a gente del barrio y principalmente a su abuela materna, una de las doce fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo.  

Con la figura de su padre le llevó más tiempo reencontrarse. Victoria cuenta que José María Donda Tigel, era militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Cuando esa agrupación se fusionó con Montoneros, y por una sanción, lo mandaron de La Plata -donde militaba- a la zona oeste. Allí conoció a Hila Pérez, que vivía en El Palomar y era militante de base de Montoneros.

“La memoria es un ejercicio del presente para el futuro. Es fundamental que recordemos cuales son las raíces que tenemos”.

José María Donda Pérez era oriundo de Entre Ríos, y su familia no era numerosa. Pese a ello, Victoria solo logró construir “un vínculo fuerte y rápido” con dos primas de su papá. Con su hermana biológica intentó un acercamiento, en ese momento, pero “era difícil”, explica.

Eva Daniela Donda fue criada por su tío, el teniente de navío Adolfo Miguel Donda Tigel, hermano de su padre biológico, y uno de los militares que actuó en el Grupo de Tareas que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada.

“Con mi tío represor no tuve ninguna charla. La única vez que lo quise ver, fue cuando yo estaba en la Base Naval Río Santiago -había ido por otro tema- y me enteré de que él estaba detenido ahí. Pedí verlo. Pero él no quiso. Dijo que como mi papá no me había reconocido, él no estaba seguro de que era mi tío. Y después me di cuenta: ¿Para qué? Yo lo único que le quería preguntar era donde estaban, y no me lo iba a decir”, recuerda Victoria, mientras vuelven a caerle lágrimas y pide disculpas por ellas.

Respecto a su hermana de crianza (Laura Ruiz Dameri), quien también fue apropiada por Azic, Victoria señala que en el proceso de recuperar sus identidades se respetaron los tiempos de cada una. En cambio, se acompañaron en el proceso de sostener los afectos que para ellas eran importantes. Lo que significa que ambas contuvieron a sus apropiadores en el momento en el que vieron que “la familia se desmoronaba”.

“Con mi hermana de crianza nos acompañamos en sostener los afectos que para nosotras eran importantes. Yo nunca me aleje de mi apropiador. Cuando me pidió perdón, lo perdone”, dice sin ningún orgullo, pero con la seguridad de que hizo lo que sintió.  “Yo sé que hay muchos compañeros que pueden criticarme, pero no me salió y no me sale hacerlo de otra forma. Y me llevó mucho tiempo aceptarlo sin culpa”, reflexiona.

El proceso de recuperar su identidad fue complejo, pero Victoria valora no haber pasado sola por todo eso. “Me acompañaron mis compañeros de militancia. Pude seguir militando, y cada vez me comprometí más”, reivindica.

La complejidad de recuperar su identidad tiene que ver también con las reiteradas amenazas que sufrió durante ese proceso. “Una vez entraron a mi casa. Dejaron las puertas abiertas y dejaron en la mesa de la cocina un moño similar a los que llevan los autos de las novias. Abajo del moño había enroscadito un hilito azul”, se silencia. Victoria recibió amenazas luego de pedirle a su abogado ser querellante en la causa ESMA. A partir de ese episodio, tuvo que comenzar a tener custodia.

“La maternidad te conecta con un montón de miedos. Es un momento de mucha angustia. Y obvio que yo tenía miedo de que me la roben”.

En el 2006, desapareció por segunda vez José Julio López. La exdiputada nacional define ese momento como “un golpe a la conciencia de todos y todas. De que todavía están ahí” pero señala que ella “ya lo sabía” porque hacía poco tiempo habían entrado a su casa.

El 8 de octubre de 2009 falleció su apropiadora. Victoria señala que, en ese momento, a pesar de haber recuperado su historia y a parte de su familia biológica sintió que se quedaba sola. “No sé cómo explicarlo, pero yo soy de esas personas que tuvieron dos mamás. De las dos tengo cosas. Yo ya era huérfana de una mamá, pero se me murió la otra”, sentencia.

La maternidad y la propia historia

Para Victoria decidir tener un hijo fue un proceso difícil. “Me costó mucho decidirme a ser madre biológica, porque en general una actúa con modelos. Y yo no tenía el modelo de una mamá biológica, tenía el modelo de una mamá que me dio vida desde otro lugar. Entonces, dos años antes me anoté en la lista de adopción del Ruaga (Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos) porque no estaba segura de querer ser madre biológica”, detalla. 

Para el común de las mujeres la maternidad hace brotar ciertos miedos. Y para una hija de desaparecidos, nacida en cautiverio y apropiada quince días después, no podía ser cuestión menor. “El que le puso dulce espera debe ser un chabón”, ríe para restarle dramatismo a lo que cuenta.

“La maternidad te conecta con un montón de miedos, con cosas que te pasaron a lo largo de la vida. Entonces, es un momento de mucha angustia. Y obvio que yo tenía miedo de que me la roben”, nuevamente sonríe.

La madre de Victoria fue secuestrada el 28 de marzo de 1977 -en la vía pública- en zona oeste, cuando estaba embarazada de cinco meses. Estuvo detenida en la Comisaría 3ª de Castelar, hasta que la trasladaron a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Con ayuda de una compañera de cautiverio (Lidia Vieyra) “Cori” dio a luz a Victoria.

“La maternidad nos pega distinto a cada una y hacemos lo que podemos con nuestras historias. En mi caso la historia con mis mamás. Yo en ese momento me sentí la mujer maravilla, sentía que podía hacer todo. Y me conecté mucho con mi mamá Cori”.

“La vida no es una foto, es una película. No vivo todos los 24 de marzo iguales. No es lo mismo este 24 que el primer 24 de marzo que pasé con mi hija.

María Hilda Pérez, tenía 23 años cuando tuvo a su segunda hija en el centro clandestino de detención.José María Donda Tigel solo tenía 21 cuando fue secuestrado.Victoria razona que hoy ella tiene edad suficiente como para ser madre de sus padres. “Mi mamá y mi papá podrían ser mis hijos por sus edades. Y ellos a su vez ya tenían dos hijas”, saca cuentas.

“Siempre supe que eran muy chicos porque siempre fueron más jóvenes que yo, desde que los conocí. Pero en la medida en que pasa el tiempo te vas dando cuenta de la enorme juventud que tenia toda esa generación”, reflexiona.

Plantar Memoria

“La vida no es una foto, es una película. No vivo todos los 24 de marzo iguales. No es lo mismo este 24 que el primer 24 de marzo que pasé con mi hija. O que el último que la pasamos en casa las dos mirando Rapunzel”, una buena película para explicarle a los más chicos lo que significa recuperar la identidad.

“La memoria es un ejercicio del presente para el futuro. Me parece que hoy es fundamental que nosotros recordemos -desde donde estamos- cuales son las raíces que tenemos. Porque el desafío para adelante es muy grande”, dice la nieta recuperada en el año 2004 sobre la necesidad de continuar plantando memoria.

Con respecto a cómo vivencia cada 24 de marzo, Victoria vuelve a resaltar que no todos son iguales, y distingue los 24 de marzo del macrismo del actual. “Cuando estaba Macri no era igual. Hoy tenemos un desafío; que una parte de esas banderas – de los militantes de los 70´- se puedan hacer realidad. Y solo se puede hacer con hombres y mujeres como los que hoy están en el gobierno. Entonces, el desafío es que el Estado pueda dar respuesta a los sueños de esas pibas y pibes, y para eso hay que recordarlos”, asegura.

Victoria le pide a su hermana biológica una foto de una tarjeta que escribió su papá y que encontraron hace pocos meses en un libro de su abuela. José María Donda Tigel había escrito esa tarjeta para el día de la madre. “Le escribe a mi abuela hablándole del hombre nuevo, de la sociedad que quería construir, y de la vida. La escribió con una profundidad grande y mucha sensibilidad”, puntualiza Victoria de una postal llena de flores y letra clara.

En el reverso de la carta se puede leer en color azul: “Querida mamá: Al no poder vernos te mando esta tarjeta, que quiere significar el cariño que siento por vos y todo lo que me has enseñado en cuanto a sacrificio, humildad y rectitud de principios, que ha sido siempre el marco del desarrollo familiar y que me ha permitido ver cuál es el único modo de asumir la vida, ese modo es la lucha, y contrariamente a lo que dicen, esa lucha es por la familia, porque en definitiva la patria y el pueblo son la suma de las familias de nuestra tierra, y la construcción de una familia nueva, de un hombre nuevo, y de una sociedad nueva es nuestro objetivo, que lamentablemente por la ceguera, el miedo, la ambición desmedida, y concepción antihumana de ellos, imponen el camino violento. Dios quiera que esta situación termine felizmente con la liberación y la paz. Con justicia. Un abrazo fuerte de tu hijo que te quiere. Besitos de Eva Daniela. Otro abrazo al viejo, Adolfo, Graciela y Santi”, firma José, padre de Victoria Donda Pérez.

Esta entrevista fue publicada en Contraeditorial