Hace unos días se hizo viral una publicación de Instagram de Tomás Vidal, quien tras haberse recibido de licenciado en Comercio Internacional en la facultad de gestión privada SIGLO XXI compartió una fotografía del festejo que había llevado adelante para celebrar el logro estudiantil.


Una foto de un recibimiento es una más en millones que se comparten a diario en las redes sociales, sin embargo, ésta se hizo viral porque el festejo consistió en disfrazarse envuelto en plástico, con una soga en el cuello y el pañuelo verde identificatorio de la lucha por la legalización del aborto, un cartel que decía “la culpa no era mía” intentando simular que era un cadáver.

La foto generó fuertes discusiones en torno a qué y cuál es el alcance que implicaba que una persona celebre su recibimiento burlándose de las víctimas de femicidios que en nuestro país es una cada 26 horas de acuerdo con los datos relevados por el observatorio Ahora que si nos ven.


Tras las repercusiones de la fotografía la universidad decidió imponerle como sanción que vuelva a rehacer su tesis final y que curse una materia relacionada a los derechos de las mujeres.


Uno de los ejes de debate que se plantearon en las redes giró en torno a la libertad de expresión, es decir, si una institución educativa puede sancionar a un alumno por algo que pone en sus redes sociales y si esa sanción no es contraria al derecho de Vidal a expresarse libremente.

Esa discusión queda saldada por dos cuestiones, la primera es que Vidal arrobó en su publicación a la Universidad Silgo XXI motivo por el cual la hizo parte de su festejo. Por otro lado, la ley 26.485 establece que es violencia simbólica aquella que “a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad.”


Evidentemente la actitud de Vidal implicó claramente violencia simbólica pues a través de mensajes y signos transmitió y reprodujo la dominación de las mujeres en las relaciones sociales. Nuestra Constitución manda que todo lo que no está prohibido está permitido siempre y que el derecho de una persona termina cuando comienza el de la otra. En este caso particular, el derecho a la libertad de expresión de Vidal termina cuando comienza el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia y además se trata de una conducta tipificada por la ley como violencia simbólica. Deja de estar en el ámbito del derecho de Vidal a expresarse desde el momento que esa conducta está tipificada por la ley y que daña a terceras.


Otra de las discusiones giró en torno a la complicidad del grupo de personas que lo acompañó y festejó esa forma de celebrar. El cambio cultural que implica desandar el patriarcado y la violencia machista implica un proceso histórico que requiere su tiempo y compromiso estatal para la elaboración de las políticas públicas necesarias para la prevención de la violencia de género. Deconstruir las violencias simbólicas y el pacto social que ampara la violencia contra las mujeres y diversidades es uno de los puntapiés necesarios para erradicar la cultura machista.

En esta nueva etapa que se abre debemos de manera urgente poner manos a la obra y elaborar el mejor plan de acción posible por una sociedad más justa, igualitaria y libre de discriminación.

Victoria Donda