Cuando nos dio la bienvenida oficial a la comitiva, el director del Yad Vashem de Jerusalén, el Museo de la Historia del Holocausto más importante del mundo, pronunció al cerrar su discurso dos palabras que quedan retumbado aún hoy en mi cabeza, por el contexto en las que se dijeron: “NEVER AGAIN”. Quizás ninguna vez había sentido de manera tan clara que el NUNCA MÁS era definitivamente una categoría universal.

Porque el terror no es sólo propiedad de un país, una región o un momento histórico pasado. El terror sobrevuela al mundo entero, no conoce de límites físicos y siempre puede volver bajo ropajes diferentes pero conservando su esencia: señalar, discriminar, exterminar. Por eso, para que Auschwitz (en una concepción amplia) no se repita es necesaria la educación. Pero, allí donde dice Auschwitz puede leerse Plan Cóndor, ESMA, desaparecidos. Y, de nuevo: NUNCA MÁS.

“Si esto es un hombre”, de Primo Levi, es una de las obras a las que el Yad Vashem de Jerusalén le dedica una parte principal. Pues la deshumanización a la que fueron sometidos los prisioneros en los campos de concentración del régimen nazi así como también en los de las dictaduras que azotaron el Cono Sur décadas después, fue perpetrada por hombres de carne y hueso. No por monstruos procedentes de otros planetas.

Agradezco nuevamente al Congreso Judío Mundial por haberme invitado a participar de tan vibrante experiencia. Me traigo para mi país, para mis compañeros y compañeras, para mi organización, para mi propia historia, la certeza de que banalizar y subestimar ciertos fenómenos y discursos de odio puede ser la antesala de experiencias cuyo dolor y terror aún no encuentran una palabra justa para describirlas.

Es precisamente allí donde no existen las palabras que la memoria histórica se torna una obligación global para los hombres y mujeres que defendemos la libertad, pero la libertad de verdad, no la que proclaman los “libertarios”. Las y los que militamos la libertad intrínseca al ser humano a pesar de que muchas veces la historia pareciera que se detiene de la peor manera, se retuerce, y se empecina por arrancárnosla, llevándonos a rincones desconocidos para la especie humana.