La ONU calcula que las mujeres dedicamos 2 veces y media más de nuestro tiempo a las tareas de cuidado. La contracara de ello es que las mujeres disponemos de menos tiempo para otras actividades tales como el estudio, el deporte o el trabajo remunerado.

Otro 8 de marzo nos invita a reflexionar sobre el rol que tenemos asignado las mujeres en nuestra comunidad y la razón de la vigencia de un Día Internacional de las Mujeres. Día que busca visibilizar, sensibilizar, educar y luchar respecto de las desigualdades estructurales que persisten entre los géneros. Estructurales, porque atañen a las mujeres por nuestra condición de tales, y desigualdades, porque no son meras diferencias, sino que suponen menores oportunidades, que se traducen en un camino mucho más reducido de posibilidades de vida.

En términos económicos, existe una brecha salarial mundial –la diferencia entre lo que cobramos las mujeres y lo que cobran los varones- del 23%. Aunque esta se haya reducido a lo largo de la historia, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que se necesitarían, a este ritmo, 275 años para llegar a la igualdad salarial. De hecho, durante 2021 el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), que encabezo, intervino con el Dictamen 483/21 ante una organización que les pagaba menos a las mujeres que a los varones por realizar exactamente las mismas tareas.

En términos simbólicos, los estereotipos de género contribuyen a favorecer la desigualdad económica y política por enseñar y adjudicar a las mujeres características hipersensibles, débiles, faltas de protección, dependientes, “naturalmente” maternales y cuidadoras, y a los varones resaltarles la fuerza, la violencia, la dureza, el “los varones no lloran”, la frialdad, el acercamiento al riesgo y las cualidades de liderazgo. En el mismo sentido, en INADI recibimos una denuncia de una mujer por no haber sido contratada en una empresa de colectivos por su condición de tal, resolviendo favorablemente para ella (Dictamen 471/21).

En cuanto a distribución de tareas, la ONU calcula que las mujeres dedicamos 2 veces y media más de nuestro tiempo a las tareas de cuidado: lavar, cocinar, limpiar, llevar e ir a buscar a los chicos escuela, sacar la consulta con el pediatra, cuidar a los adultos mayores de la familia, hacer las compras, pasear y alimentar mascotas, entre una larga lista de etcéteras. De hecho, durante la pandemia creció la desigualdad en la distribución en las tareas de cuidado. La contracara de ello es que las mujeres disponemos de menos tiempo para otras actividades tales como el estudio, el deporte o el trabajo remunerado.

Pero también, una de cada cuatro mujeres en nuestro país cría sola a sus hijes sin recibir la retribución económica que es obligación de los padres. Es decir, 1.755.000 mujeres crían solas sin recibir la cuota alimentaria, exponiéndose a la dificultad de acceder a recursos para ellas y sus hijes. De esta forma, se contribuye a incrementar la feminización e infantilización de la pobreza, una problemática que se detecta con preocupación hace más de 50 años y se expresa en que el 70% de las personas pobres en el mundo son mujeres. El incumplimiento de los deberes de asistencia familiar se engloba dentro de las causales de violencia económica y patrimonial y está penado por ley desde 1950. Pero, por sobre todo, vulnera el derecho de les niñes a un nivel de vida acorde con lo que requiere su desarrollo cognitivo y físico, al privarlos de lo que necesitan para educarse, vestirse, tener acceso a la salud y un desarrollo profesional y social.

La pandemia expuso las desigualdades preexistentes, pero nos abre una oportunidad para cambiar como sociedad. Desde el Gobierno nacional tomamos ese desafío, crucial para la recuperación y la contribución a disminuir esas desigualdades.

Tres iniciativas aparecen en ese sentido para ese año: por un lado, el anuncio del Presidente ante la Asamblea Legislativa el 1° de marzo sobre la extensión de licencias por paternidad, lo que estimularía la corresponsabilidad parental, como sucede en los países más paritarios del mundo. Además, la implementación de un sistema integral de cuidados, que permitirá crear más de 200.000 puestos de trabajo para quienes cuidan. De esta forma, se reconoce que la responsabilidad por los cuidados no es solo de las mujeres, sino también de Estado. Por otro lado, desde Identidad, espacio político al que pertenezco, hemos lanzado una convocatoria a la que pueden inscribirse aquí para abogados/as/es y profesionales de las Ciencias Sociales para diseñar un Sistema de Responsabilidad Parental y Cuota Alimentaria.

Las desigualdades de género son históricas y constitutivas del sistema de reproducción económica en el que vivimos a nivel mundial. Tenemos el desafío de construir un nuevo paradigma de cuidados, más feminista, con equidad socioeconómica, que garantice los derechos de las mujeres e identidades feminizadas y de quienes dependen directamente de nosotras: les hijes. No descansaremos hasta alcanzarlo.

Nota publicada en Infobae